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Foto del escritorFlor Fernández Castán

El placer no es instantáneo

La gran mentira de la satisfacción inmediata


¡No! ¡El PLACER NO ES INSTANTÁNEO! (o al menos no siempre... Y tampoco tiene por qué serlo)...


Vivimos en una cultura en la que se nos ha enseñado que existen "emociones negativas" y "emociones positivas".


Las "negativas" vienen con una carga tan grande y difícil de soportar, que se nos invita a que las aplaquemos o eliminemos.


Mientras que las "positivas" son "bien vistas", es decir: nos permitimos sentirlas.


En realidad, las emociones no son ni buenas ni malas.


Las emociones SON, y traen un mensaje que necesitamos escuchar para poder avanzar.

Por otro lado, al "calmar rápidamente" estas emociones que nos desagradan, a menudo la paciencia se convierte en una cualidad muy poco practicada por nosotros, dificultando así nuestra capacidad de respuesta.


Recurrimos a los alimentos para calmarnos, porque estos ejercen un efecto relajante o estimulante en nuestro organismo.


Y de esta manera, acabamos interfiriendo con los sistemas naturales de placer del propio cuerpo, porque hemos aprendido a buscar una solución inmediata a cada problema.


Sin darnos cuenta, esto nos va conduciendo a una vida con un porcentaje muy grande de frustraciones, decepciones, miedos y emociones “negativas”.


Y también a una gran desinformación acerca de cómo transitar este tipo de situaciones y aprovecharlas para convertirlas en un aprendizaje del que no nos avergoncemos por experimentar diferentes sensaciones y/o sentimientos.




Encontrar placer a través de la comida...


La gratificación instantánea se disfraza de diferentes adicciones: comida, tabaco, alcohol, drogas, medicamentos… siendo la comida mundialmente aceptada como algo “bueno”.


El resto de las adicciones no sufre con esa “suerte” y nos invita a cuestionarnos nuestros paradigmas.


Pero tienes que saber que toda adicción es un mecanismo de defensa adquirido con patrones de conducta que se suceden desde pequeños para protegernos del mundo exterior, creando así una falsa ilusión de protección y seguridad.


Cada vez que recurrimos a la comida (o a otra vía de escape) para calmarnos, se nos dificulta sentir cuáles son en verdad esas necesidades no cubiertas, y por tanto, nos creemos que no somos capaces de satisfacerlas.


La comida nos calma momentáneamente y no nos permite sentir qué es lo que realmente necesitamos.

Así mismo, comer sin hambre física puede sobrecargar el organismo de tóxicos, porque en ese momento nuestro cuerpo no estaba preparado para recibir alimento.


Lo que no se procesa, o se elimina o se convierte en tóxico, generando fatiga y sobre-esfuerzo a nuestros órganos digestivos y de eliminación.


Además, esta forma de accionar hace que se consoliden patrones de resolución de conflictos y expectativas acerca de la realidad que ya no nos son funcionales.


Nos impiden aceptar y afrontar nuestras emociones y por tanto, nos impiden escuchar esa invitación que la vida tenía para nosotros (su mensaje).


Se crean así dos tipos de falsa expectativa:


1.Las emociones “negativas” no deben formar parte de nuestra existencia.


2.Los problemas deben solucionarse de forma inmediata, recibiendo el placer y el alivio casi instantáneamente.


Recuerda que cada necesidad vital tiene su propio ritmo de satisfacción; y que la vida es un constante cambio y crecimiento.


Aprender a disfrutar plenamente de cada etapa del camino (la desafiante y la compensadora), nos proporcionará el placer duradero que internamente buscamos.


Y de esta manera, no necesitaremos tapar con comida nuestros estados emocionales, porque podremos saciar cada área de nuestra vida con el alimento que realmente necesita.


Como decía la poetisa May Sarton: “Todo lo que nos ralentiza y nos obliga a tener paciencia, todo lo que nos restablece a los lentos círculos de la naturaleza, es una ayuda”.




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