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Los colores de la salud (1).png
Foto del escritorFlor Fernández Castán

¿De qué tiene hambre tu vida?

Hambre real, emocional, física, falsa...



¿Sabías que la nutrición y las emociones están íntimamente ligadas?

La forma en que nos relacionamos con la comida influye directamente en nuestros estados emocionales.

Y viceversa: nuestras emociones muchas veces determinan qué y cómo comemos.

Desde pequeños hemos aprendido que la comida es una herramienta que nos aporta placer, calma y sosiego.

Desde bebés se nos enseñó que casi cualquier situación que nos perturba puede desaparecer como por arte de magia cuando comemos.

¿Te has dado cuenta que nadie se sorprende si lloras y te consuelas con chocolates?

¿Eres de los que llevan bombones a sus seres queridos cuando se enferman para que “se animen rápidamente”?


Usar la comida como calmante es una práctica muy arraigada y validada culturalmente.

Aprendimos a obtener una gratificación inmediata a nuestros malestares profundos y a tapar nuestras emociones, comiendo.

Además, hemos integrado el hábito de comer sin hambre física.

Todo esto nos ha llevado a desconectar de las verdaderas señales que emite nuestro organismo y nos dificulta la tarea de reconocerlas y atenderlas.



Mucho dulce = Amor


¡Cuántas veces nos sentimos tristes y buscamos un dulce para animarnos!

Esta es una práctica que repetimos inconscientemente, pero que en realidad interfiere con nuestros sistemas innatos de placer.

El auténtico placer no es instantáneo.

El placer se obtiene cuando satisfacemos nuestras necesidades vitales reales.

Y es preciso saber que cada una de nuestras necesidades, tiene su propio ritmo de satisfacción.

  • Descansar cuando estamos cansados.

  • Ir al baño cuando tenemos ganas.

  • Beber cuando tenemos sed.

  • Alimentarnos cuando tenemos hambre...

Las necesidades de nutrición de nuestro cuerpo solo se satisfacen si ingerimos alimentos con hambre real.

Es en ese momento en que experimentamos el verdadero placer de alimentarnos.


En la sociedad actual, el ser humano pocas veces come para nutrirse y con hambre verdadera.

¡Cualquier ocasión es buena para comer!

  • Comemos para celebrar,

  • para recompensarnos,

  • para dejar de estar tristes,

  • porque no sabemos cómo decir que no,

  • porque estamos enfermos,

  • porque estamos sanos,

  • porque estamos aburridos,

  • porque tuvimos un disgusto,

  • porque es la hora,

  • porque es “la comida más importante del día”....

Y si te fijas, puedes comprobar que gran parte de nuestra vida gira alrededor de la comida: celebraciones, cumpleaños, reuniones familiares o laborales…

Todas esas ocasiones muchas veces tienen de base una mesa servida con opciones diferentes para nuestro paladar.



Nadie se extraña si te ven ahogar las penas en helado


Hemos hecho de la comida un medio socialmente aceptado para tapar emociones.

¡Pero! Comer emocionalmente no es gratuito.

Trae consigo un efecto sedante, irritante y excitante en nuestro sistema nervioso.

Y además se genera en nosotros una dependencia física y psicológica hacia determinados alimentos.


Los lazos emocionales que nos unen a los alimentos están fundamentados en las experiencias más tempranas que hemos vivido.

Y como estos lazos están impregnados en nuestro subconsciente, resultan muy fuertes y resistentes al cambio.

Por eso es importantísima la mirada integral del ser humano cuando hablamos de salud.

No podemos tratar las emociones por un lado y la nutrición por otro.

Son dos pilares que se retroalimentan y están en sinergia constante.

Abandonar unos patrones de conducta para cambiarlos por otros más sanos precisa de un trabajo integral, abordando de igual manera la nutrición, las emociones y los hábitos.

La salud, la forma física, el peso adecuado, sentirnos equilibrados interna y externamente, aprender a gestionar el estrés…

Ninguno de estos estados puede conseguirse de forma instantánea.

Requerirán trabajo e implicación de tu parte.


Toma consciencia y prepárate para la acción


Aprender a gestionar nuestras emociones es vital si buscamos alimentarnos sabia y sanamente.

Así mismo, también es preciso mantener unos hábitos alimentarios sanos para proporcionar a nuestros estados emocionales una base equilibrada donde sustentarse.

La perspectiva integral de la salud aboga por encontrar una nueva forma de relacionarnos con nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones.

Si aprendemos a reconocer nuestras necesidades vitales no satisfechas, podremos ir buscando la forma de satisfacerlas.

Sentir esa urgente necesidad de recurrir a un parche momentáneo para calmarnos, como hacemos con la comida, nos está diciendo que hay más aspectos que atender en nuestro día a día.

Es una situación que nos invita a tomar consciencia y a prepararnos para la acción.

¿Qué necesito en este momento?

¿De qué tengo hambre en realidad?

¿Cómo me hablo cuando me doy cuenta de que como sin hambre?

¿Qué está en mi mano hacer para cambiar ‘esto’ que me está haciendo daño?

Si quieres comenzar a integrar una nutrición más consciente en tu día a día, te animo a que a partir de ahora te hagas estas preguntas, te respondas sinceramente y escuches el mensaje que tienen para brindarte.

Y recuerda que este es un camino que no tienes por qué transitar solo/a.

Pide ayuda si sientes que lo necesitas.






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